viernes, 29 de enero de 2016

La Zaida.


En su remoto historial, que arranca por 1903 cuando el empresario Manuel Cichero le compra una fracción de tierra sobre Dorrego a Don Luis Guillón. La primera construcción era una casa con estructura de madera diseñada por la prestigiosa firma John Wright. Con el paso del tiempo le compra la propiedad a Esteban Seguí en la esquina de Dardo Rocha y Dorrego. Finalmente ocupa toda la manzana. En el lote de Seguí había un chalet inglés, al que su nuevo dueño le introdujo mejoras para trasladarse de la primitiva casa de madera.

En los años 30, la finca parecía un casco de estancia. Tenía cuatro cuerpos de edificios que albergaban hasta una docena de huéspedes, con sus correspondientes dependencias de servicio. Su parque de 120 m2 contenía cocheras para cinco coches, caballerizas con siete caballos y garaje. Había gallineros, variadas especies de conejos, patos y otras aves de corral. Una dependencia se destinó a la guarda de guarniciones y se levantó un cuarto de herramientas y un invernadero.

Además se construyó una casa de verano para la hermana de Doña Corina Pitré, esposa de Cichero, que hoy se encuentra en un terreno lindero sobre la calle Dardo Rocha.

En 1934, Aníbal Cichero Pitré, hijo de Don Manuel, resolvió realizar una importante refacción en el chalet principal. Le encargó la obra nada menos que al arquitecto Alejandro Bustillo. Posteriormente, se encargó una ampliación que quedo a cargo un sobrino del anterior: Ernesto Dickman Bustillo. Durante esta etapa se construyó la piscina con sus correspondientes vestuarios y duchas.

La Zaida en su pleno tamaño de una manzana sobrevivió treinta años más. En 1963, el predio se subdividió y la quinta quedó reducida a un cuarto de manzana con el chalet principal en la esquina de Dorrego y Dardo Rocha.

La Zaida hasta hace unos años atrás, su nuevo propietario había construido sobre la esquina, a un lado de la casona, un paseo comercial. Si bien opacaban la hidalguía de la residencia, los locales fueron construidos con un estilo que sigue las líneas de construcción de la casona.

Actualmente, La Zaida es propiedad de la franquicia de la cadena de restaurantes “La Quintana”, quienes han remozado y tocado parte de su fachada pese a haber una ley que la protegía.

Bibliografía: ANUARIO METRO (2000) Pedro Campomar Rotger

                       “Monte Grande en mis recuerdos y vivencias” de Aníbal Cichero Pitré (1972)




 

domingo, 24 de enero de 2016

El busto de Bartolomé Mitre.

En el año 1921, cuando el país todo, conmemoró solemnemente el centenario del natalicio del Gral. Bartolomé Mitre, Monte Grande rindió su homenaje al prócer incomparable, imponiendo su nombre a la Plaza principal, inaugurando en acto público el pedestal donde debía emplazarse el futuro monumento, que se costearía por suscripción popular.
Una Comisión integrada por vecinos de arraigo de la localidad tomó a su cargo totalizar el homenaje anhelado.
Pasaron algunos años para dar cumplimiento a tan noble cometido, aquella comisión que presidiera el señor Miguel C. Dubarry y que integrara Don Manuel Cichero en la Vicepresidencia: Justo M. Baldasarre, como Tesorero: Alejandro Burone Risso y Pedro Gandulfo, Secretario, acompañados de numerosos vocales.
En ese lapso la plaza fue sometida a importantes modificaciones, con nuevos trazados de caminos y canteros, con consecuencia de ello, aquel pedestal que se había levantado en su momento para apoyar el futuro busto de Bartolomé Mitre, hubo de demolerse, por no  coincidir con la nueva urbanización.
Ardua fue la labor de la Comisión, pero debemos destacar que a pesar de no contar con frondosos recursos económicos logró realizar una meritoria y artística obra. Se impuso de modelo la escultura de Zonza Briano, magnifica realización del genial escultor, donde se plasma a Mitre con líneas esfumadas, en el periodo de su admirable madurez. Arsenales de Guerra “Esteban de Luca”, se hizo cargo de la fundición del busto en bronce, su nuevo pedestal fue ejecutado en granito gris.
Para su mejor emplazamiento se contó con la colaboración desinteresada del gran paisajista porteño de aquel entonces Ing. Benito Carrasco, quien estudiando el panorama, la arboleda, las dimensiones de la plaza y el volumen de la escultura, aconseja ubicarlo en un lugar de sereno recogimiento, no dando frente a ninguna de las calles que circundan y adicionándole un contrafrente de espeso y verde follaje, que indudablemente proporcionaba marco de gran belleza.
El día 11 de noviembre de 1927, a las 15 horas se descubre con gran solemnidad el monumento del venerado prócer en la Plaza que llevaba su nombre, con asistencia de las autoridades municipales, la Comisión organizadora y gran público, este, representando a todas las clases sociales de Monte Grande.
Entregó el monumento el Sr. Miguel C. Dubarry, lo recibe el Intendente Municipal en aquel entonces señor Juan Italiani, pronunciando a continuación una vez corrido el velo que lo cubría, un injundioso discurso el Dr. Miguel Méndez, que por su elocuencia, recuerdo, fue largamente aplaudido por la numerosa concurrencia. Así terminó aquel día, emotivo acto patriótico, que a pesar del tiempo transcurrido retengo en mi memoria. El Sr. Cura Párroco impartió la bendición de práctica acompañado de Don Modesto Sánchez Viamonte que justamente con Enrique Santamarina, eran los dos Presidentes Honorarios de la Comisión Homenaje.

Extractado del libro: “Monte Grande, en mis recuerdos y Vivencias” de Aníbal Cichero Pitré (1972)







domingo, 17 de enero de 2016

Cementerio de Monte Grande.

Cuando nuestros vecinos lograron la autonomía comunal el 9 de abril de 1913, quedaron a cargo de la adquisición de las parcelas para ubicar las dependencias públicas.
Fue preocupación de todos cumplimentar las exigencias de la ley fundacional Nº3.467, en su artículo IV, pero se les otorgó prioridad a tres edificios públicos. La comisaria para controlar el orden, el telégrafo para garantizar la última morada a los fallecidos.
Sobre el cementerio, sabemos que se buscó una fracción de tierra en cierta forma ubicada de manera equidistante con el pueblo de Ezeiza y no tan lejana de Tristán Suarez.
Se adquirieron 24 hectáreas al señor Selín N. Gilly en $38.400.-m/m. c/l. pagándose intereses por un saldo de dinero, por la suma de $1.0004.-m/m. c/l. Por la escrituración se abonaron $233,40 m/m. c/l., a los escribanos Rodríguez, Bortal y Di Ció.
De las 24 hectáreas de tierra, tras algunos cabildeos entre los integrantes de las comisiones fundadoras, se resolvió que al gobierno se le cedieran tan solo 9 hectáreas, pero algo más tarde se aprobó la entrega de 12.
Los vecinos tenían el deseo de fraccionar una parte para obtener el dinero necesario para iniciar la construcción de la municipalidad.
El alambrado del cementerio costó $1.248,87 m/m. c/l El señor Lázaro B. Molinari realizó las mediciones correspondientes y dibujó los planos, donde se incluía una capilla, una oficina para la administración, un pórtico y parte del paredón del frente, donando su labor.
Los gastos que demandaron las obras iníciales de nuestro campo santo echeverriano, fueron del orden de $17.263.-m/m c/l. Los trabajos de albañilería fueron realizados por los señores Juan Farina y Antonio Cozzio.
El 30 de septiembre del citado año 1913 se abrió por primera vez el portal de nuestro cementerio. Por él ingresó el primer cortejo fúnebre…
Ese día se dio cristiana sepultura a la señora Manuela Ortega de Ñánez. Sus restos morales hallaron la paz eterna en la sepultura Nº27, fila 2, tablón 2, de la sección C.


Extractado del libro: “Historia del Municipio Bonaerense de Esteban Echeverría” Tomo III (1890/1916) de Pedro Rubén Campomar Rotger. Página Nº414. 2008.





sábado, 9 de enero de 2016

Monumento a la Madre.

El Club de Leones de Monte Grande, se había formado el 21 de noviembre de 1961, aprobándose su Carta Constitutiva el 11 de abril de 1962. Tiempo antes de lograr su primer aniversario, se evaluaron en el seno de su Mesa Directiva, distintas propuestas, aceptándose durante una “brillante reunión plenaria”, la iniciativa del león Norberto Luis López, basada en levantar un monumento en un espacio céntrico de nuestra ciudad que perpetuará el reconocimiento unánime de la madre de todos.

En un principio, y aprobada la sugerencia del león López, se movilizó todo el club. La primera cuestión fue la de tramitar ante las autoridades municipales un emplazamiento sobresaliente, y ubicar y entrevistar al artista escultor, cuya habilidad en la materia ya se conocía muy bien por ese tiempo.

Entendemos que de esto último se encargo el Dr. Ricardo A. Mari, pues las hermanas de Don Torró Simó, Mercedes y Josefa, mencionan en su correspondencia que, “en 1962 tuvo mucha alegría en hacer un monumento a la madre, y que se lo debió a un doctor que vivía en el miso distrito que él”. Digamos que el profesional de referencia bien pudo ser el directivo de la Junta Fundadora, Dr. Ricardo A. Mari, de profesión odontólogo.

Por otra parte socios del club gestionaron ante las autoridades municipales un espacio céntrico y visible para ubicar el monumento. Por este tiempo estaba a cargo de la administración municipal el señor Antonio Vidal, quien en carácter de comisionado estuvo al frente de nuestro municipio entre el 1º de mayo de 1962 y el 21 de abril de 1963.
Los trámites realizados y lo comprensivo que fue el señor Vidal permitieron obtener un espacio ideal para emplazar el monumento recordatorio y de homenaje “A la Madre”, nada más y nada menos que en la plaza Bartolomé Mitre, la principal de Monte Grande, en el ángulo donde se enfrentan las avenidas Leandro N. Alem y Sofía Terrero de Santamarina, disponiéndose que la figura ya encargada a Don Vicente Torró Simó se ubicara mirando al frente, hacia la estación ferroviaria.

Quedó registrado que, “para la obtención de los fondos requeridos se solicitaron donativos, se realizaron quermeses, festivales y cenas con sorteos de interesantes premios”. La captación fue importante por la entusiasta movilización de todos los integrantes del club, quienes contaron con un positivo apoyo de la comunidad, que desde ya entendió que las madres se merecían todo.
El monumento fue finalmente inaugurado el 21 de octubre de 1962, el “Día de la Madre”. Recordaron los leones que la inauguración consistió en un acto público, con la concurrencia de autoridades de varios clubes y de Gobernación. Gran cantidad de vecinos escuchó con atención las palabras del león Norberto Luis López, autor de la iniciativa, quien elogió la magnífica escultura, “la primera obra leonistica que simbolizaba el sublime amor del ser que nos dio la vida”.

En el acto inaugural: “el intendente municipal, señor Antonio Vidal, autoridades comunales, eclesiásticas, miembros directivos y representantes de instituciones de bien público y vecinos del partido”.
“Se depositaron ofrendas florales y se rezó una oración a cargo del Rvdo. Padre Eustaquio, del Colegio Euskal Echea de Llavallol, actuando el coro de niños de la Parroquia Inmaculada Concepción de Monte Grande”.

La Junta Directiva Fundadora (1962-1963) del Club de Leones de Monte Grande se conformó con los señores: Adalberto H. Graavenhor, Simón R. Glas, Ricardo A. Mari, Alfredo M. Lasalle, Carlos A. Azcueta, José Mario López, César Neustadt, Héctor Julián Lima, Carlos Munek Hansen, Jorge B. Martínez, Pedro H. López, Aristóbulo Gerez, Rodolfo  Peñaloza, Ricardo Juncal, Fernando Akselrad, Norberto Luis López, Roberto Galliani, Carlos Siciliano, Luján Torres y Alberto Rico.

Nuestro escultor nació en Onteniente, partido judicial de la provincia de Valencia (hoy Comunidad Autónoma de Valencia), España, que comprendía los ayuntamientos  de Angullent, Ayelo de Malferit, Bocairente, Fuente de la Higuera y el citado Ontinyent, al decir de los valencianos, el 13 de septiembre de 1906.

Un 22 de marzo de 1985 dejó de existir un poco antes de la medianoche a la edad de 79 años. Cuando murió, los médicos confirmaron que bien sabían que tenía cáncer, un maldito mieloma múltiple.

Extractado de una obra más extensa del libro:                                               

“Vida y obra del escultor Vicente Torró Simó 1906/1985” de Pedro Rubén Campomar Rotger (2008)







viernes, 1 de enero de 2016

Fábrica Textil AMAT SA.

La empresa organizada por el señor Alfonso Amat Murtra, radicado en Monte Grande en 1937 y hábil conocido de rubro textil. Contó con el apoyo de sus hijos Alfonso, Jaime y Dolores, quienes siempre colaboraron en el fortalecimiento de esta planta modelo.

El señor Alfonso Amat Murtra, componente de la sociedad Amat y Cía. Con domicilio en la calle Ayacucho 1007 de Capital Federal, solicitaba el 12 de diciembre de 1937 en el Honorable Concejo Deliberante la autorización para explotar en este partido, Chacra 13, fracción B, que le correspondió por compra a la sucesión de Bernardo L. Delfino, una fábrica textil, en sus diversos rubros de tejeduría, hilandería, blanqueos y tintes y demás afines de tal industria.
La fabrica, distinguida por la calidad de sus productos marca “Fiesta”, creó una apreciable fuente de trabajo que beneficio a nuestros pueblos, particularmente en sus inicios, pues por aquel año se apreciaba una sensible desocupación regional.

Alfonso Amat había aprendido el oficio de su padre y sus abuelos. Comenzó como una fabrica taller, en la cual se brindaba capacitación y trabajo. Llegó a ser una de las fábricas textiles más grandes del país, sobre todo con su marca de sabanas Fiesta, que exportaba a EEUU, Sudáfrica, Europa, Chile y Brasil. La fábrica se mantuvo en manos de la familia durante tres generaciones, hasta que en la década del 80, unas series de factores económicos internas y externas comenzaron a influir en su desempeño.

Bibliografía:
“Cronología Histórica de Monte Grande y su Región” Tomo II de Pedro Rubén Campomar.
Esteban Echeverría 100 Años” – METRO.
“Los partidos de Echeverria y Ezeiza en la Memoria” de Isolina Siciliano.