viernes, 28 de octubre de 2016

Casa de Primeros Auxilios “San José”.

El mismo día se paso la nota de agradecimiento a la señora de Santamarina y tan solo quedo pendiente el trámite de la escritura de traslación de dominio del terreno y del edificio. Esta cuestión administrativa se resolvió el 10 de agosto de 1930, cuando el intendente Juan M. Recarte, quien había asumido sus funciones el 1º de enero de dicho año, firmó el decreto por el cual se nombró al escribano Francisco A. Crespo, “para que proceda a escriturar a favor de esta Municipalidad”, tomando de las Rentas Generales o imputado al inciso 9º del presupuesto en vigencia, los gastos ocasionados por su gestión notarial.
Con anterioridad, el 19 de marzo, también del mismo año, día de San José, Doña Sofía – la donante – entregó la Casa de Primeros Auxilios prometida a la comisión administradora.
El edificio, cuyo plano se incluía en el expediente Nº81, fue controlado en lo que respecta a su construcción y detalles por sus proyectistas, los arquitectos Peralta Martínez y Denis, quienes se lucieron con la obra por su calidad y terminación.
De inmediato se nombró la comisión administradora, integrada por las siguientes personas: María S. de Schenser, Juan Recarte, Sofía S. de Cervetti, Nélida P. de Rotta, Ana P. de Cardeza, Arturo Banante, Oscar Francisco Risso, Bartolomé Raffo y Luciano Honorato Valette.
Estos vecinos redactaron un reglamento interno para la asistencia de los enfermos, y las normas para que la dirección técnica del establecimiento pudiera manejarse de manera autónoma.
La máxima preocupación se centró en la búsqueda de recursos monetarios para asegurar el funcionamiento de los servicios asistenciales, iniciados oficialmente tras el ingreso del primer enfermo, el 1º de junio de 1930.
De inmediato, se organizó una colecta popular que contó con gran apoyo del vecindario.
Al servicio de hospitalización general se le sumó al poco tiempo la maternidad y la atención de niños y niñas.
El consultorio externo atendió a 303 pacientes durante 1930 y 892 durante 1931.
El consultorio de garganta, nariz y oído fue implantado a los pocos meses de habilitarse el establecimiento. Estuvo a cargo del Dr. Nicolás Arriola, profesional de Buenos Aires, quien renunció al poco tiempo, lo que motivó la cancelación temporaria de esta prestación.
La vacunación antivariólica comenzó a ser aplicada en 1931 y, en marzo del mismo año, se habilitó el consultorio de odontología, que estuvo a cargo del Dr. Anacleto Rojas, primer odontólogo que tuvo el pueblo de Monte Grande.
Desde su apertura se fueron incrementando las curaciones y atenciones, tanto en el servicio de guardia como en las internaciones, como consecuencia de un aumento demográfico permanente en nuestra zona.
Entre el 1º de enero al 31 de diciembre de 1934, se internaron en las salas del “San José”, 162 enfermos (23 en la maternidad, 99 en clínica general, y 40 correspondientes a cirugía mayor). De estos, 80 fueron varones y 82 mujeres.
Por este tiempo Sofía Terrero de Santamarina posibilitó con su aporte, la creación de una sala destinada a laboratorio químico farmacéutico.
El segundo ejercicio estuvo a cargo de una nueva comisión, continuadora de la que integró en un primer momento y nominada para cubrir el periodo comprendido entre los años 1931 y 1934.
Dicha comisión estuvo a cargo de las siguientes personas: Ángela S. de Barbier, Josefa T. de Bescuñana, Felisa R. de Farina, Armando Marcó, Luciano Honorato Valette, Luis Bonthoux, Luis. Coronado y Martín Pecotche.
Los dos primeros elencos médicos y auxiliares que tuvo la Casa de Primeros Auxilios “San José”, se conformaron de la siguiente manera: a)-Primero: Dr. Emilio Fernando Cardeza (Director), Dr. Ángel Camilo Rotta, Dr. Alfredo Bertoni, Dr. Antonio Schene, Dr. Nicolás Arriola, Dr. Antonio Montenegro (hijo), Dr. Anacleto Rojas, Srta. Mariana Arbel, Mario S. Dreyer, Jesús Rodríguez (enfermero) y Alejandro Cañas (enfermero).
b)-Segundo: Dr. Ángel Camilo Rotta (Director), Dr. Emilio Fernando Cardeza, Dr. Alfredo Bertoni, Dr. Manuel Medel, Dr. Dardo García Díaz, Dr. Antonio Montenegro (hijo), Dr. Anacleto Rojas, Mariana Arbel, Mario S. Dreyer, Jesús Rodríguez (enfermero) y Alejandro Cañas (Enfermero).
En 1935 asume la tercera comisión administradora, bajo la presidencia del comerciante Héctor Magliola.
Esta comisión, como así también el personal de este pequeño hospital y la población de todo el partido, se estremeció ante la noticia del fallecimiento de Sofía Terrero de Santamarina el 7 de mayo de 1935.
El Honorable Concejo Deliberante le rindió homenaje y el 20 de diciembre se colocó una placa de bronce en un muro de esa casa de asistencia creada por ella. El 12 de diciembre de 1937 se inauguró un busto de mármol blanco con la figura de doña Sofía que expone en la actualidad en uno de los pasillos de la Casa de Primeros Auxilios “San José”, desde 1999 “Casa de la Cultura” y sede de la Dirección de Cultura y Educación de la Municipalidad de Esteban Echeverria.
Mientras tanto el promedio mensual de internados había crecido a 21,8 pacientes, atendiéndose en 1935, solo en el consultorio externo, la cifra récord de 4.145 enfermos, cantidad exorbitante en relación con los 10.000 habitantes que por aquel entonces tenía nuestro partido. El servicio de ambulancias, para tener una idea, realizó 238 traslados (138 varones y 100 mujeres).
La atención masiva de gente obligaba a la ampliación de las dependencias y a la rápida creación de otras. La construcción original programada resultó chica a los cinco años de ser levantada.
En 1936 se adquirió el inmueble lindero ubicado hacia el lado este, cosa que permitió incluir nuevas salas y brindar así un mejor servicio.
De esta ampliación surgió una nueva sala de maternidad equipada por Estefanía E. de Echemendi, con anexo para partos, una mejor sala para la internación de los hombres y otras para niños, además de baños, sala para rayos X, etc..
En 1937 se habían instalado un total  de 32 camas, atendiéndose en 1939 la cifra record de 12.167 enfermos a un promedio mensual de 57,3 internados, lo que demandó un gasto de pesos 521,30 m/n, en algodón y gasa, pesos 166,25 en alcohol y pesos 128,00 m/n, en vendas.

Extractado de libros de Pedro Rubén Campomar Rotger.














jueves, 13 de octubre de 2016

Quinta Villa Elena.

A la vera de las vías del Ferrocarril Sud llegando a la estación de Monte Grande, se admiraba desde el tren, la cuidada quinta, de cinco cuadras de largo y cincuenta metros de ancho, que don Vicente Ramos (1) había trazado con notable buen gusto. Un chispeante ocasional compañero de viaje en el tren, le oí decir una tarde, en que admiraba sin reservas al pasar el vehículo frente a su preciosa arboleda y cercos vivos, que la quinta de Ramos, era una preciosura y que por lo largo y angosta de sus dimensiones, le hacía recordar a “la lengua de vaca”. Fue dicha quinta Villa Elena, una realización de gran estilo, producto del esfuerzo de un hombre de empresa, español de origen y dueño en aquel entonces de la confitería y restaurant “El Tren Mixto” (2), frente a la Estación de Plaza Constitución. Supo vivir bien y en su hermosa quinta volcó muchas de sus inquietudes espirituales. Su amplia casa almenada, todavía sobrevive (3), muy bien tenía y recuerdo esa mansión, alhajada con muebles de estilo y calidad, poco común en aquel entonces en las afueras de Capital, que  por lo general las casas quintas eran receptáculos de los destartalados muebles que se renovaban en la ciudad. Poseía esa mansión grandes cocheras donde guardaban coches de gran calidad, todos europeos. Recuerdo un gran break y una chanet, carruajes franceses adquiridos en uno de sus frecuentes viajes a Europa, en los que enganchaban un tronco y un brioso trotador “hackney”, que lucían por las tardes, su magnifico brazeado, tan característico de la noble raza.

Extractado: Libro “Monte Grande, en mis recuerdos y vivencias” de Aníbal Cichero Pitré (1972). Apéndice actualizado y corregido a la fecha con referencias de libros de Pedro Campomar Rotger.

(1): Vicente Ramos fue una antiguo vecino que se instaló en estos pagos para después adquirir su quinta en 1903. Había nacido en 1871, en Brión, feligresía de Santa María de los Ángeles, provincia de La Coruña. Diócesis de Santiago de Compostela, a solo once kilómetros de esta importante ciudad de Galicia, en España. Contrajo matrimonio con Paulina Ema Tettamanti, una argentina hija de inmigrantes italianos. Nuestra vecina Raquel de Toro (escritora local) es su nieta.
(2): La conocida y afamada confitería “El Tren Mixto”, estaba ubicada en la concurrida esquina de las calles Lima y Brasil, frente a la Estación Constitución, donde aún perdura su nombre.
(3): El Castillo fue demolido en 2009, hoy en día en su lugar hay departamentos para oficinas y locales.

NOTA: Esta notable quinta fue perdiendo terreno al ser loteado con el correr de los años, ahí funcionó un geriátrico y quedó medio abandonado a su suerte el notable castillo con su torreón hasta que fue adquirido por una empresa que lo demolió a fines de 2009 para hacer el condominio con locales que hay actualmente.
En su quinta nació el tennis en Monte Grande, ya que se jugó en 1916 en su cancha de “La Elena” de Vicente Ramos, (quizás una de las primeras canchas en Monte Grande) y en 1917 quedó constituido el “Monte Grande Lawn Tennis Club” (Hoy propiedad del “Club Social” (con sede en Dorrego y M. Acosta).
En 1903, Emilio Monjou de Laperrier vendió su quinta a Don Vicente Ramos, quien la rebautizó Con el nombre de “Villa Paulina”, en honor a su esposa, Doña Paulina Ema Tettamanti. Ramos amplió la casa original y la modificó sustantivamente durante 1905, convirtiéndola en una casona que causó admiración durante muchos años. Emilio Monjou de Laperrier era un vecino de origen francés quien había hecho construir en una angosta fracción de tierra lindera con el ferrocarril, una vivienda de fin de veraneo para él y su familia. Laperrier llamó a su propiedad “Villa Elena” (se infiere que sería el nombre de su esposa) y así se la conoció durante mucho tiempo.
En la Mansión de Vicente Ramos tuvo también su día de fama. En sus jardines se realizó una gran fiesta popular en agradecimiento al entonces gerente del Ferrocarril Sud, Frank Henderson. En esos tiempos en que el ferrocarril era sinónimo de progreso, Henderson había atendido con rapidez los reclamos de los vecinos para instaurar un servicio de diez trenes diarios a Plaza Constitución. Además de la gran fiesta en la que se invitó a todo el pueblo, fue en ese acontecimiento cuando se dispuso que la plaza frente a la estación llevara el nombre del gerente del ferrocarril, luego cambiado.

La fracción que nos compete queda sobre las calles E. Arana esquina Rivadavia de Monte Grande.