Benito fue toda una institución local: trabajador, educado,
atento, servicial en extremo. Al frente de su despacho de diarios y revistas,
era el hombre orquesta, un Napoleón en campaña.
De estatura mediana, usaba el gorro con visera de charol
reglamentaria, con la que cubría su prematura y pronunciada calvicie.
Como todos los subordinados del ferrocarril, tenía la llave
del portón corredizo que separa con el alambrado las vías. Su uso debe ser
exclusivo y personal, pero Benito
ampliaba generosamente su rol y así ocurría que a la llegada de un viajero con
medido tiempo para tomar el boleto, recurría a Benito para que se lo sacara,
pasando naturalmente por la portezuela: de haber tenido que cruzar por la
escalera del subterráneo ida y vuelta, ese pasajero hubiese perdido el tren.
Por lo general, eran mujeres las que más abusaban de este complementario
servicio.
Benito, fuera de su negocio en sí, era una oficina
informativa, andante… ¿Benito por favor, me saca el boleto a Plaza? ¿Llega el
tren hora Benito?... y Benito respondía con prontitud, con gracia, con espíritu
jovial y generoso, tan poco común en estos tiempos!. Benito era un personaje
más popular e importante que el mismo Jefe de la Estación! Además Benito tenía
una condición que la valorábamos mucho, sobre todo cuando debió actuar durante
la tiranía; era un sano demócrata y nos consta que, muchas veces, se jugaba su
puesto por sus claras expresiones de repudio, al nefasto régimen.
Cuando “Amigos de Monte grande” se enteró que Benito cumplía
sus bodas de plata al servicio del expendio de diarios en nuestra Estación se
le formuló una especial invitación a una comida, de las rituales que realizaba
la institución. Al brindis, el Presidente entregó a Benito en obsequio, una
importante medalla de oro, donde en una de sus caras decía “Pregonero de
nuestro amanecer”, Nada sabemos de su suerte luego de su jubilación, porque
Benito residía en la Capital en la calle Santa Fe.
Alguien nos ha dicho que ya no está en este mundo. La
noticia bien, si se confirmara, tratamos de deformarla para engañarnos,
deseando en el fondo imaginar a Benito con vida y en sus mejores tiempos, con
sus gestos incomparables, de hombre bueno y generoso!. (1)
Vendía diarios en la Estación de Monte Grande. Con gorra del
Ferrocarril su voz era inconfundible, primo de Ernesto Sábato. Gusto de la obra
teniendo abono en el Colón. Su hijo es médico, su esposa fue modelista. A las 6
de la mañana iniciaba el reparto para estar a las 8 en el andén y a veces
antes.(2)
Benito Sábato posee una calle con su nombre que lo hace
perdurar en el tiempo, está ubicado entre la frontera entre Monte Grande y Luis
Guillón bordeando el arroyo Santa Catalina teniendo una extensión de cuatro
cuadras aproximadamente.
Una foto del legendario Leopoldo Mannucci lo retrata a
Benito en el andén vía a Plaza Constitución de la Estación de Monte Grande en
la década del 40 en su rol habitual de vendedor de diarios. Esta es una de las
pocas fotos que hay de este vecino que se supo ganar el cariño del pueblo.
Referencias:
(1) Texto del libro “Monte Grande en mis recuerdos y
vivencias” de Aníbal Cichero Pitré (1972) Págs. N° 187 y 188.
(2)Texto de del libro de Isolina Siciliano, “Los Partidos de
Echeverría y Ezeiza en la MEMORIA” – Personajes e Instituciones Lugares y
recuerdos. Pág. N°135 y 136. (1999).
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